Después de mi gran decisión de cambiar de vida, o mejor dicho, de empezar a vivirla. Tuve unos cuantos meses de vacío total, mi mente me abandonó por completo, una especie de transición. Todo tiene un precio. Sabía lo que no quería, pero no sabía lo que quería… o más bien, sabía lo que quería, pero no sabía cómo conseguirlo. ¿Un lío? Ya lo sé. Necesitaba irme lejos de Barcelona, alejarme de todo, aclarar mis ideas y planear el siguiente paso.
Como dice Schubert, “Para encontrar los límites, primero hay que perderlos”. Y es exactamente eso, necesitaba perder mis límites. Necesitaba escapar, necesitaba saber quién era y empezar de cero. Pues resulta que soy más bipolar de lo que me pensaba. Subidas y bajadas. Soy la reina del mundo por la mañana, y soy un ser humano despreciable por la tarde. Dos meses en Gran Canaria, para derrochar locura por todos los costados me harán bien. De hecho, me fue bastante bien, por lo menos estaba lejos de todo, distraída. Trabajando y saliendo cada noche, haciendo todo lo que me daba la gana de hacer, explorando, probando, sin límites. Los 17, otra vez. Sin consecuencias, sin que nada me importase realmente nada. Sólo pensando en disfrutar cada noche y salir cada día. Descerebrada total.
En Barcelona se me hacía insoportable estar. Pero tenía que regresar, se me revolvía el estómago de sólo pensarlo. No quiero estar ahí, no quiero estar ahí. Demasiados recuerdos, es como volver a la zona cero de tu dolor. Voy a ver el cráter que ha dejado una bomba al caer. Voy a encontrarme con mi fantasma y con los muertos vivientes que hay a mi alrededor, con vidas que dan pena, pero con derecho a darte consejos y decirte como debes vivir la tuya. Dispuestos a explicarte con todo lujo de detalles, todo lo malo que puede pasarte si decides salir del rebaño de ovejas domesticadas. No lo hagas… no te alejes… es peligroso… detrás de la montaña se acaba el mundo y un monstruo gigante va a violarte y a comerte (en mi mente estoy poniendo una voz rara, al escribir estas últimas dos frases).
“La ventaja de ser inteligente, es que puedes hacerte pasar por idiota, lo inverso es totalmente imposible” eso lo dijo una vez Woddy Allen. No es que me crea muy inteligente en estos momentos, pero un poco sí que estoy haciéndome pasar por idiota, sumida en la oscuridad de un pozo. Escuchando lo que todo el mundo tiene que decirte. Con los ojos perdidos y con una sonrisa falsa en los labios, que ni siquiera se han parado a observar, porque están tan sumidos en sus propias vidas, construidas de paja, que son incapaces de ver más allá. Y sopló y sopló y tu casita derribó, ya se darán cuenta, espero que no sea muy tarde.
Pero sigo aguantando, aguantando que llegue el momento. No te rindas ahora, lo mejor está por llegar. Esperando la señal que me de luz verde para dejar de consumirme. Hay momentos en los que me quedo en blanco, no recuerdo lo que acabo de hacer, voy automáticamente caminando, porque las piernas se mueven. Mis ojos son cada vez más oscuros y fríos, las ojeras me llegan a las rodillas. Mucho maquillaje, nadie se va a dar cuenta de que es mi fantasma, y no yo, el que camina. ¿Cuándo se acabará esto? No soy capaz de hacer que los días cuenten, sólo cuentos los días que me quedan para escapar.
¡Y si! seguramente me he vuelto loca, pero es algo bueno, algunas personas nunca enloquecen. No saben que no hay nada más peligroso que no arriesgarse.
Written by Casandra Ruggeri
Minimal Mag